Cada 9 de mayo, la ciudadanía europea celebra el Día de Europa, fecha elegida a propósito de la Declaración Schuman. Este mismo día, pero en 1950, el ministro de Exteriores de Francia, Robert Schuman, pronunció un discurso que se considera entre los elementos fundacionales de la integración europea. Cinco años después del fin de la II Guerra Mundial, devastadora para los países de Europa, los grandes países del continente, especialmente Francia y Alemania, sentían la necesidad de consolidar un camino de paz, cimentado en la cooperación económica y energética. La puesta en común de intereses económicos compartidos contribuiría a impulsar el nivel de vida y constituiría el primer paso hacia una Europa más unida. Nacía así la CECA, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (formada en su origen por Francia, Alemania Occidental, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo), el germen de lo que hoy es la Unión Europea, una comunidad política de 27 países.
Uno de los principales retos a los que se enfrentó desde un principio el proceso de integración europea es el desequilibrio en el desarrollo económico de los diversos territorios y regiones. Así se vio pronto la necesidad de articular acciones para corregir desigualdades. Hoy, el Tratado de la Unión consagra en su texto objetivos como promover el bienestar de sus pueblos y el desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento equilibrado. Las metas son una economía social de mercado altamente competitiva, el progreso social, un elevado nivel de protección y la mejora del medio ambiente.
Cohesión económica, social y territorial
Para la promoción de un desarrollo armonioso en todo su territorio, la Unión Europea fortalece su cohesión económica, social y territorial. De esta forma, busca reducir las disparidades entre los niveles de desarrollo de sus distintas regiones. Y, además, con este objetivo, se pone especial énfasis en las zonas rurales, las regiones afectadas por una transición industrial y aquellas con condicionantes naturales o demográficos (islas, áreas montañosas, despoblación…).
Surge así la política de cohesión, que es la principal política de inversión de la Unión Europea. Según el artículo 174 del TFUE, ésta beneficia a todas las regiones y ciudades de la Unión y favorece su crecimiento económico, la creación de empleo, la competitividad empresarial, el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente. Para ello, como herramienta para conseguirlo, se crean los fondos europeos.